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Resumen inicial:

Esta publicación desarrollada por un grupo de investigadores del servicio de oftalmología de la Facultad de Medicina de Seúl (Corea) pretende poner de manifiesto la relación que existe entre los cambios retinocoroideos valorables con la tomografía de coherencia óptica de dominio espectral (SD-OCT) en pacientes con hipertensión severa y el resultado visual final. Para ello se incluyeron 42 ojos de 21 pacientes que presentaban visión borrosa asociada en los cuales la presión sistólica era ≧ 180 mmHg ó la diastólica era ≧ 110 mmHg. A todos los pacientes se les tomó su mejor agudeza visual corregida (BCVA) y se les realizó una exploración funduscópica, una angiografía con fluoresceína (AFG) y una SD-OCT en el momento inicial, tras la medición de su presión arterial. La retinopatía hipertensiva se clasificó en función de la escala de Keith- Wagener- Barker (KWB) que consta de 4 grados. En función de los hallazgos funduscópicos y de la presencia de fluido subretiniano (FSR) en la SD-OCT, los ojos fueron clasificados en retinopatía leve-moderada (correspondientes a los grados 1,2 y 3 de KWB), y retinopatía maligna con ó sin FSR (grado 4 de KWB con/ sin FSR) teniendo en cuenta su correlación con la BCVA inicial y final.

Las imágenes basales de la SD-OCT se compararon con las obtenidas tras un mes y en la visita final, identificando las variaciones cualitativas y cuantitativas que aparecían y su relación con la BCVA a lo largo de este periodo.

Resumen

Esta publicación desarrollada por un grupo de investigadores del servicio de oftalmología de la Facultad de Medicina de Seúl (Corea) pretende poner de manifiesto la relación que existe entre los cambios retinocoroideos valorables con la tomografía de coherencia óptica de dominio espectral (SD-OCT) en pacientes con hipertensión severa y el resultado visual final. Para ello se incluyeron 42 ojos de 21 pacientes que presentaban visión borrosa asociada en los cuales la presión sistólica era ≧ 180 mmHg ó la diastólica era ≧ 110 mmHg.

A todos los pacientes se les tomó su mejor agudeza visual corregida (BCVA) y se les realizó una exploración funduscópica, una angiografía con fluoresceína (AFG) y una SD-OCT en el momento inicial, tras la medición de su presión arterial. La retinopatía hipertensiva se clasificó en función de la escala de Keith- Wagener- Barker (KWB) que consta de 4 grados. En función de los hallazgos funduscópicos y de la presencia de fluido subretiniano (FSR) en la SD-OCT, los ojos fueron clasificados en retinopatía leve-moderada (correspondientes a los grados 1,2 y 3 de KWB), y retinopatía maligna con ó sin FSR (grado 4 de KWB con/ sin FSR) teniendo en cuenta su correlación con la BCVA inicial y final.

Las imágenes basales de la SD-OCT se compararon con las obtenidas tras un mes y en la visita final, identificando las variaciones cualitativas y cuantitativas que aparecían y su relación con la BCVA a lo largo de este periodo.

Resultados

Tras una media de 8,8 años (± 10,5) de seguimiento, se observó que el grosor macular central (CMT), el espesor coroideo subfoveal (SCT) y el FSR disminuyeron al controlar la presión arterial. El CMT inicial fue de 359± 194 μm y de 243± 29 μm en la visita final, el SCT pasó de 299± 194 μm a 227± 65 μm y FSR disminuyó de 101± 176 μm en la primera visita a 0 μm en la última. El SCT tenía correlación con todas las medidas de la presión arterial, es decir, sistólica, diastólica y media; sin embargo, en el caso del CMT, esta correlación era débil no significativa.

Así mismo, se objetivó que la presencia de FSR tenía una correlación significativa con la BCVA y que existía una relación directa entre la acumulación de FSR y la incompleta recuperación de los fotorreceptores en la región foveal valorable mediante SD-OCT.

Comentario

En todos los pacientes del estudio, el SCT empezó a normalizarse cuando se controlaron los valores de presión arterial. La acumulación de FSR es importante puesto que está asociado a la pérdida de visión inicial y final; se piensa que dicha acumulación es causada por el aumento de permeabilidad coroidea. Los defectos de los fotorreceptores tras la absorción del SRF se han observado en otras entidades como en la coroidopatía serosa central y en el desprendimiento de retina regmatógeno, por lo que estos defectos se dan por la acumulación de FSR y no por daño directo de la presión arterial. Este hallazgo sugiere que la BCVA final se explica mejor por las imágenes de SD- OCT.

Por lo tanto, de forma concreta, en aquellos cuadros de hipertensión severa en los que tras su resolución no se objetiva una recuperación visual importante, los hallazgos funduscópicos pueden pasar a un segundo plano, siendo necesario valorar de forma sistemática las imágenes de SD-OCT inicial y final, no solo fijándonos en el volumen de FSR residual, si no también prestando especial atención a la zona de las interdigitaciones (IZ) y el segmento interno de la zona del elipsoide (EZ) que de forma local se encontrará alterado en todos ellos y que nos permitirá establecer un pronóstico visual futuro.

En esta línea, parece conveniente realizar una SD-OCT en todos aquellos pacientes que se remitan a las consultas de oftalmología para la valoración de su retinopatía hipertensiva, así como en sucesivas visitas para valorar su evolución, respuesta al tratamiento y pronóstico visual.

Conclusión

La SD-OCT constituye una herramienta útil, no invasiva y de gran difusión en nuestro medio que detecta mínimas alteraciones cuantitativas y cualitativas derivadas de los cambios de presión arterial y que permite predecir el resultado visual final con más exactitud que la escala de Keith- Wagener- Barker en casos de hipertensión severa.

AUTOR:
Esther Martín García.
Residente 3º año oftalmología.
Complejo asistencial universitario de Salamanca

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