Autores
John Marshall, John B O’Hagan, John R Tyrer. Br J Ophthalmol 2016 May; 100(5): 583-584
Resumen
La presencia en los medios de comunicación creciente de datos relativos al daño ocular por láser propicia una revisión del tema en el editorial de este número.
A pesar de que se partía de la premisa «los punteros láseres, si se usan adecuadamente no son un peligro ocular, e incluso si se usan inapropiadamente, no causan un daño permanente ocular», esto ha cambiado drásticamente en los últimos años.
En el artículo se describen dos grupos a considerar respecto a los informes en los medios de comunicación relativos a los posibles daños por láser.
En primer lugar, habla del daño ocasionado por punteros láseres, especialmente en niños, debido tanto a un etiquetado incorrecto del láser así como al fácil acceso de láseres potencialmente más lesivos al público en general. Se trata, en la mayoría, de una exposición deliberada que produce un daño potencialmente irreversible con un consecuente escotoma central permanente, usualmente monocular, y lamentablemente intratable.
La otra situación es la que concierne a la posible exposición accidental de pilotos a láseres fijados en dispositivos de vuelo. En estos casos ambos ojos están involucrados, pero una vez superado el deslumbramiento y las postimágenes producidas, no hay daño permanente. El peligro radica en que sea en un momento crítico del vuelo cuando se produzca la distracción, hecho por el cual está prohibido el uso de estos dispositivos.
Comentario
Los factores que determinan el efecto del láser sobre la retina son su longitud de onda, el tiempo de exposición, la potencia y el tamaño del haz. En base a estos parámetros se clasifican los distintos tipos de láseres.
La normativa europea permite el uso por parte de consumidores de láseres hasta la clase 2, láseres que emiten radiación visible (400 -700 nm) con un límite de 1 mW y en los que la protección ocular se garantiza normalmente por el reflejo de cierre palpebral o de voltear la cabeza ante su estímulo. Sin embargo, esta protección no se puede garantizar si se mira intencionadamente al rayo.
El problema es que hay dispositivos erróneamente clasificados como clase 2 cuando son clase 3 o superior, que no deberían estar a la venta para el público general. Y además, hoy en día láseres de clase 3 y 4 pueden obtenerse fácilmente a través de Internet sin ningún tipo de restricción. Estos últimos son capaces de producir daño irreversible retiniano, habiendo aumentado de forma alarmante el número de casos descritos de pérdida visual, especialmente en niños y adolescentes, que pueden hacer un uso inadecuado de los mismos.
Conclusión
El cumplimento de la normativa debería permitir a las autoridades eliminar los productos inseguros del mercado. Sin embargo, el cumplimiento por los fabricantes seguirá siendo un problema, así como la importación directa de los productos láser inseguros a través de Internet. La educación del público al respecto es indispensable.
Autor
Inmaculada Lozano Escobar
Médico Adjunto Oftalmología del Hospital Universitario del Henares