Resumen
En los últimos años en buena parte de la patología retiniana se ha producido una evolución hacia tratamientos médicos cada vez más locales. La oncología ocular no ha escapado a esta revolución, y aunque lo cierto es que la idea no es nueva (ya en 1960 se publicó el primer trabajo que proponía administrar la quimioterapia directamente en el interior del ojo), son varios los grupos que actualmente preconizan la administración de la quimioterapia por vía intravítrea. Puesto que la quimioterapia intraarterial encuentra una limitación importante en el control de la siembra vítrea, la administración del quimioterápico directamente en el interior del ojo, podría añadir un efecto sinérgico y convertirse en el complemento perfecto de la vía intraarterial. Sin embargo, esta nueva ruta de administración genera polémica, pues muchos autores opinan que violar la integridad de las cubiertas del ojo podría favorecer la diseminación del tumor. Todos los cirujanos que de forma regular administramos inyecciones intravítreas sabemos que no es raro observar cierto reflujo vítreo tras la inyección del fármaco, y este reflujo hace posible la diseminación de las células tumorales a través de la herida escleral. Por ello algunos autores proponen administrar además una pequeña cantidad de quimioterapia subconjuntival.
En esta revisión sistemática, los autores estudian la seguridad del procedimiento. El parámetro estudiado fue el riesgo de diseminación tumoral asociada a la inyección de quimioterapia por vía intravítrea.
Comentario
El criterio de inclusión resulta muy acertado, pues se incluyen tan sólo inyecciones realizadas con intención terapéutica (aunque el diagnóstico inicial fuera equivocado, y el fármaco inyectado fuera un fármaco anti-VEGF) y excluyen aquellos trabajos en los que el ojo se pinchó con una finalidad diagnóstica, en los que la técnica empleada presumiblemente difiere.
En total los autores consideran que un total de 14 artículos cumplieron los criterios de inclusión. En ellos se comunicaron un total de 1304 inyecciones realizadas en 315 ojos de 304 pacientes. Tan sólo dos de los pacientes descritos desarrollaron esta complicación. En uno de ellos la diseminación podría considerarse atribuible a la administración de fármacos por vía intravítrea. En el otro la causalidad es más dudosa, pues el paciente había además sido sometido al drenaje de un hifema.
Es una pena que no se haya valorado además el riesgo de endoftalmitis. Esta es la otra complicación grave que podría limitar la utilización de la vía intravítrea. Probablemente las tasas de endoftalmitis del adulto no son extrapolables a los niños en los que la colaboración es peor.
Conclusión
AUTOR:
Julio González Martín-Moro.
Hospital del Henares, Coslada, Madrid.