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Autores del artículo original:

Tounami S, Fardeau C, Vanier A, Knoeri J, Simon C, Tzenas du Montcel S, Troumani Y, Bodaghi B, Le Hoang P.

Resumen

Objetivo: Determinar la correlación estadística entre la agudeza visual (AV) y varios parámetros cuantitativos relevantes en la evaluación de la retinocoroidopatía de Birdshot (RCB).

Métodos: Pacientes con RCB HLA29+ fueron incluidos entre Mayo y Agosto de 2013 en un centro terciario (Hospital Pitié-Salpétrière, Paris). Se recogieron datos demográficos y los siguientes datos en la visita basal: AV, grado de reacción inflamatoria anterior y posterior, grosor foveal medido con tomografía de coherencia óptica (OCT) y Arden ratio y pico de luz en la electrooculografía (EOG). La variable principal fue la correlación entre la AV y otros parámetros del ojo afecto y el adelfo mediante las coeficientes de correlación de Spearman.

Resultados: Se incluyeron 55 pacientes con AV de 6/9,5 en OD y 6/12 en OI. El grosor foveal central fue de 240 micras (rango 112-606) en OD y 251 micras (85-662) en OI. El ratio de Arden medio fue 159% en OD y 160% en OI. EL pico de luz en el EOG fue de 714 mV (rango 316-1379) en OD y 746 mV (rango 272-1652) en OI. La AV de un ojo estaba moderadamente correlacionado con la AV del ojo contralateral (r=0,4). Por lo contrario, todos los demás parámetros mostraron un fuerte correlación entre ambos ojos (todos con r mayor de 0,7, p<0,01). En general ninguno de los parámetros estudiados se correlacionó con su AV (todos con r < 0,5)

Conclusiones. En la RCB la AV por sí sola no parece reflejar la gravedad de la enfermedad en términos de hallazgos cuantitativos clínicos o complementarios en la visita basal.

Comentario

El seguimiento de pacientes con RCB es complejo, pues la evolución hacia atrofia retiniana y ceguera es generalmente subclínica. Muchos expertos están de acuerdo en que los algoritmos terapéuticos basados en AV, vitritis o fuga angiográfica son ineficaces y en que la AV no es un buen indicador de la actividad en esta enfermedad, pero no hay estudios que prueben tales afirmaciones. Se hace capital en la AV, que suele ser empleada ampliamente para el seguimiento.

Los autores recopilaron, de forma retrospectiva, los datos de historias clínicas de pacientes con diagnóstico definitivo de RCB. Emplearon parámetros clínicos (AV, inflamación en cámara anterior y vítreo) y pruebas complementarias usadas habitualmente en el seguimiento de pacientes con RCB. En concreto OCT macular, campimetría (protocolo 24-2 y 10-2) y EOG. Esta última prueba es menos accesible que las previas, por lo que su uso en la evaluación de la RCB está menos extendido.

En cuanto a los datos demográficos la edad media de los pacientes era de 38,7±15.8 años, con una relación mujer-hombre de 1,6. Sorprende como con una duración media de la enfermedad previa a la visita superior a dos años y medio solo el 29% de los pacientes había recibido tratamiento con corticoides y el 5,5% tratamiento inmunosupresor, no habiendo recibido el 66,6% de los pacientes ningún tratamiento previo. Y todo ello con una AV al diagnóstico de 0,63 en OD y 0,5 en OI. Parece existir un sesgo de selección, pues se trata de un centro terciario que recibe pacientes de otros centros, con posible mal manejo previo. Además, los pacientes remitidos tienen seguramente peor pronóstico y evolución que la media, lo que hace que no se pueda generalizar los resultados del estudio a todo el conjunto de pacientes con RCB.

El estudio encuentra una pobre correlación entre la AV y el resto de parámetros estudiados (tanto de actividad clínica como de pruebas complementarias), lo que demuestra la importancia de determinar otras variables en el seguimiento de estos pacientes distintas de la AV aislada. No había, al contrario de lo que se podría esperar, correlación entre la AV y el grosor foveal. La existencia de haze vítreo en una mayoría de los pacientes (81,81%) así como signos preliminares de atrofia foveal en otro buen porcentaje (41,82%) puede explicar tal ausencia de correlación. Además, solo un 20% de los pacientes presentaban edema macular.

Los autores no incluyeron los resultados de otras pruebas empleadas usualmente en pacientes con RCB, como sensibilidad al contraste, AFG o ERG por distintas razones técnicas, lo que podría ser de utilidad para determinar su posible relación con la AV y el resto de pruebas.

Conclusión

Las pruebas realizadas sí mostraban correlación entre un ojo y otro, así como entre ellas, lo que evidencia su utilidad en el manejo y seguimiento de estos pacientes. Por el contrario, la pobre correlación de la AV con ellas indica que no debe usarse de forma aislada en la evaluación y seguimiento de estos pacientes, que siempre debe hacerse incluyendo la evaluación clínica y pruebas complementarias como el CV, el OCT, ERG y/o EOG y AFG.

 

AUTOR:
Pedro Arriola Villalobos

Hospital Clínico San Carlos. Madrid

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